Tiedra - Gaspar Nuñez de Arce
Gaspar Núñez de Arce - Valladolid (1834-1903)
"Idilio"
(Fragmento)
¡Oh tierra en que nací, noble y sencilla!
¡Oh campos de Castilla
donde corrió mi infancia! ¡Aire sereno!
¡Fecundadora luz! ¡Pobre cultivo!...
¡Con qué placer tan vivo
se extasiaba mi vista en vuestro seno!
Cual dilatado mar, la mies dorada
a trechos esmaltada
de ya escasas y mustias amapolas,
cediendo al soplo halagador del viento
acompasado y lento,
a los rayos del sol mueve sus olas.
Cuadrilla de atezados segadores,
sufriendo los rigores
del sol canicular, el trigo abate,
que cae agavillado en los inciertos
surcos, como los muertos
en el revuelto campo de combate.
Corta y cambia de pronto la campiña
alguna hojosa viña
que en las umbrías y laderas crece,
y entre las ondas de la mies madura,
cual isla de verdura,
con sus varios matices resplandece.
Serpean y se enlazan por los prados,
barbechos y sembrados,
los arroyos, las lindes y caminos,
y donde apenas la mirada alcanza
cierran la lontananza
espesos bosques de perennes pinos.
Por angostos atajos y veredas,
los carros de anchas ruedas
pesadamente y sin cesar transitan,
y sentados encima de los haces,
rapazas y rapaces
con incansable ardor cantan o gritan.
Lleno de majestad y de reposo
el Duero caudaloso
al través de los campos se dilata:
refleja en su corriente el sol de estío,
y el sosegado río
cinta parece de bruñida plata.
Ya oculta de improviso una alameda
su marcha mansa y leda,
ya le obstruye la presa de un molino,
y como potro a quien el freno exalta
párase, el dique salta
y sigue apresurado su camino.
En las tendidas vegas y en las lomas,
cual nidos de palomas,
se agrupan en desorden las aldeas,
y en la atmósfera azul pura y tranquila,
ligeramente oscila
el humo de las negras chimeneas.
En las cercanas eras reina el gozo.
Con íntimo alborozo
contempla el dueño la creciente hacina,
y mientras un zagal apura el jarro,
otro descarga el carro
que bajo el peso de la mies rechina.
Otro en el trillo de aguzadas puntas,
que poderosas yuntas
mueven en rueda, con afán trabaja,
y cual premio debido a su fatiga
desgranase la espiga
y salta rota la reseca paja.
Recogido en la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes (www.cervantesvirtual.com)
"Idilio"
(Fragmento)
¡Oh tierra en que nací, noble y sencilla!
¡Oh campos de Castilla
donde corrió mi infancia! ¡Aire sereno!
¡Fecundadora luz! ¡Pobre cultivo!...
¡Con qué placer tan vivo
se extasiaba mi vista en vuestro seno!
Cual dilatado mar, la mies dorada
a trechos esmaltada
de ya escasas y mustias amapolas,
cediendo al soplo halagador del viento
acompasado y lento,
a los rayos del sol mueve sus olas.
Cuadrilla de atezados segadores,
sufriendo los rigores
del sol canicular, el trigo abate,
que cae agavillado en los inciertos
surcos, como los muertos
en el revuelto campo de combate.
Corta y cambia de pronto la campiña
alguna hojosa viña
que en las umbrías y laderas crece,
y entre las ondas de la mies madura,
cual isla de verdura,
con sus varios matices resplandece.
Serpean y se enlazan por los prados,
barbechos y sembrados,
los arroyos, las lindes y caminos,
y donde apenas la mirada alcanza
cierran la lontananza
espesos bosques de perennes pinos.
Por angostos atajos y veredas,
los carros de anchas ruedas
pesadamente y sin cesar transitan,
y sentados encima de los haces,
rapazas y rapaces
con incansable ardor cantan o gritan.
Lleno de majestad y de reposo
el Duero caudaloso
al través de los campos se dilata:
refleja en su corriente el sol de estío,
y el sosegado río
cinta parece de bruñida plata.
Ya oculta de improviso una alameda
su marcha mansa y leda,
ya le obstruye la presa de un molino,
y como potro a quien el freno exalta
párase, el dique salta
y sigue apresurado su camino.
En las tendidas vegas y en las lomas,
cual nidos de palomas,
se agrupan en desorden las aldeas,
y en la atmósfera azul pura y tranquila,
ligeramente oscila
el humo de las negras chimeneas.
En las cercanas eras reina el gozo.
Con íntimo alborozo
contempla el dueño la creciente hacina,
y mientras un zagal apura el jarro,
otro descarga el carro
que bajo el peso de la mies rechina.
Otro en el trillo de aguzadas puntas,
que poderosas yuntas
mueven en rueda, con afán trabaja,
y cual premio debido a su fatiga
desgranase la espiga
y salta rota la reseca paja.
Recogido en la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes (www.cervantesvirtual.com)
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